ADN Energético

DAEMON MERIDIANUS. Carta VII (por Jorge Cubero)


Les dejamos la séptima y última carta de “Daemon Meridianus” o “Demonio Meridiano”. Recuerden que este cuento se refiere a la pérdida de la magia y fantasía en la edad adulta, y el autor a través del escrito intenta debatirlo…

Carta 7. Un final para todos

Carta VII

Un Final para Todos

Sofía detuvo un momento al ser invisible diciéndole que no quería escuchar el final de la historia, pero el narrador le comentó que todo debía terminar en algún momento, y éste, era el indicado:

Clara fue citada hasta después de cinco días. Por la importancia del caso, no podía dictarse solución de buenas a primeras. Ya era muy de noche cuando por fin se le concedió audiencia con el Gran Zaa. Clara se mostró muy pensativa al estar frente a frente de quien tenía el poder de salvarla o condenarla. El Gran Zaa simplemente se levantó de su silla y acercándose a ella sin ningún reparo, le dijo:

Debes morir. La razón es muy simple: la sociedad Velvet durante todo el tiempo que ha existido se ha enfrentado a charlatanes, mentirosos, defensores de causas sin sentido y todos ellos sólo han logrado crear lo que se está produciendo ahora: el caos. Si aún estás viva es solo para demostrar que tu destino siempre fue morir. Todos lo sabían, hasta tu propio padre, porque este fue el argumento que te salvó la vida en un principio. Tu padre me dijo que te permitiera vivir porque serías el ejemplo perfecto de que nuestra forma de hacer las cosas es la mejor para mantener el orden y la paz. No hemos tenido un día de tranquilidad desde el momento que has vuelto.

El Gran Zaa ordenó borrar de toda pared de la casa Legis cualquier indicio de lo que había acontecido en los últimos días. Clara se enfrentó al destino funesto que siempre estuvo esperándola en ese lugar silencioso y oscuro. Todo, incluso su túnica fue destruida. Pasaron dos generaciones más de los Velvet y ya nunca se volvió a mencionar la historia de Clara.

Un día, se oyeron retumbos en la puerta de la casa Legis. Un sirviente abrió y encontró ahí lo que parecía ser un mensajero de apariencia muy extraña. Su rostro era de color amarillo, así como su vestidura. El sirviente le preguntó:

¿A quién buscas?

Él respondió:

Tengo un mensaje muy importante del otro lado del horizonte para el Gran Zaa. El sirviente lo hizo pasar y lo anunció.

El Gran Zaa le recibió y le preguntó:

¿Cuál es el mensaje tan importante que has traído de tan lejos?

El mensajero dijo:

Gran Señor, en una tierra lejana estudiosos del cielo han descubierto que se acerca una gran catástrofe. La estrella que nos ilumina durante el día ha cambiado repentinamente de color, lo que producirá en un corto plazo la exterminación de la vida de todo ser vivo, sin embargo, hay una esperanza. Se comenta en una leyenda la existencia de una mujer que tiene la capacidad de cambiar la apariencia de la piel y solo ella podría salvarnos a todos. Queremos saber si usted sabe de alguien que tenga esta cualidad aquí en su reinado.

El Gran Zaa solo se quedó mirando fijamente hacia un área en blanco de las paredes del salón principal sin decir ni una palabra. Las ventanas del lugar donde se encontraban Sofía y el ser invisible se abrieron de golpe. La cortina que cubría el sillón rojo voló por el viento. A los pies de Sofía cayó una pequeña piedra, la que tomó para salir corriendo. Se dirigió a la habitación del fondo de la casa y cuando traspasó la puerta se encendieron las luces».

Sofía llegó a un lugar sin puertas ni ventanas, todo estaba pintado de blanco. Empezó a gritar pidiendo ayuda, pero nadie respondió. Después de un rato dejó de gritar y se sentó. Pasó el tiempo, se extrañó al ver que tenía las manos manchadas de colores, se metió una de ellas a la bolsa del vestido y vio que las piedras que los tres seres le habían dado eran de colores rojo, amarillo y azul. Al estar ahí sentada sin hacer nada, aprovechó que las paredes eran de color blanco y se empezó a entretener pintando. Los minutos se hicieron horas y las horas días.

Sofía no sentía el tiempo. Ella se entretenía, pintando a su gusto esas paredes blancas, hasta que en una de ellas, apareció el dibujo de una puerta y una perilla que giraba lentamente. Se abrió y entró un hombre alto. Sofía se alegró mucho al verlo. Era Daniel, su padre, a quien abrazó mientras escuchaba su voz que susurraba:

Ya es hora de irse.

Pero antes le pidió que le explicara los dibujos de las paredes porque le parecieron muy interesantes.

Sofía le mostró uno donde estaban dos hermanos y su padre disfrutando una buena cena, alegres de poder estar juntos. Otro en el que se podían ver cuatro personas: tres hombres y una muchacha conversando junto a una fogata. Parecían estar muy animados junto al mar. Por último, había una hermosa rosa roja en un rosal lleno de espinas cuya belleza sobresalía sobre todo lo demás.

Ya quiero irme a mi casa, le dijo Sofía a su papá.

Dame la mano, crucemos la puerta juntos, respondió su padre.

Se veía todo muy oscuro. Ellos abrieron los ojos poco a poco. Sofía estaba en una cama de hospital. Su padre, estaba al lado con una pila de libros de fantasía que le leía todo el tiempo. Al ver que ella abrió los ojos, la abrazó y le agradec a Dios que su hija al fin despertó.

Setiembre del 2012

Estos recuerdos de la niñez sólo confunden más a Sofía, quien los escribe buscando el por qué de todo, pero no encuentra nada.

Todo es muy confuso, le comentó a su amigo Edgar, quien no le sabía decir nada.

Bueno, una vez le dijo algo que la dejó pensando:

La verdad es como la comida. Está la que te comes todos los días en el restaurante de la esquina de la que estás acostumbrada. No te estresa, pero no te satisface. Y también está la verdad de comida rápida. Te la dan en 5 minutos y te hace sentir bien un rato, pero después te das cuenta que es una porquería. Por último, está la verdad de la comida de tu casa. No puedes vivir sin ella. Es la mejor para la mayoría. Pero un día vas a un lugar o te llevan y no lo puedes creer: todo lo que pruebas te hace sentir como en las nubes. Los sabores, los olores… Sales de ahí hablándole a todos del lugar. Esa es la verdad, con la que yo me quedo.

Han pasado 15 días desde que Sofía escribió sus recuerdos. Los mantiene guardados en una vieja libreta que usa para lo que llega a su mente de vez en cuando. Ahora se encuentra otra vez buscando en la red algo que le llamó la atención acerca de un pintor llamado Mondrian. Él, al parecer, también trataba de encontrar una verdad metafísica oculta en la estética de los colores y las formas puras.

Escucha sin mucha importancia, una sinfonía llamada Fantástica. Ve fijamente el intenso color rojo de una de las composiciones de Mondrian. Era un rojo muy vivo y saturado que le transmitía una fuerte sensación pasional. Parecía estar en perfecto control gracias a las líneas rectas, gruesas y delgadas que lo cubrían.

Así fue como lo entendió. Imaginó una perfecta línea recta, infinita, sobrenatural, pura, inconcebible. Solo en la mente de una persona podría imaginarse semejante concepto antinatural. El haberlo entendido la hizo sentirse muy bien.

Noticias Mi Ciudad
Historia: Jorge Cubero
Ilustrador:  Kevin Gutiérrez 

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