Emisarios de Ilusión

Los propósitos de Dios. Una historia real


Los propósitos de Dios son más grandes. Hoy nuestro día termina con emociones fuertes y con agradecimiento. 

Inicié el día quitando los adornos y el árbol de Navidad. Carlos, como pocas veces, pudo llegar tempranito y nos invitó a cenar. Al estar con tanto trabajo, le pedí quedarme.

Mientras subía el árbol, escuchamos un pajarito. Salimos a buscarlo… era un pichoncito que apenas podía volar.

Lo cogimos para ver que hacíamos (por la casa hay muchos gatos en los techos y no hay árboles cerca).

Preocupados llamamos al veterinario de Rua. Al describirle la situación nos dice:

— Se va a morir, lo pueden dejar afuera (ya estaba oscureciendo) para que la mamá lo busque, pero se lo puede comer un gato. 

Finalmente nos dijo:

— Lo cuidan por quince días para que le crezca la colita y pueda volar… Le pueden dar alpiste y agua con miel de abeja. 

Lucy, emocionada, le puso «SEBASTIÁN».

Carlos se fue corriendo a una veterinaria a conseguir todo. Al llegar a la casa, con lágrimas en los ojos, me dijo que somos afortunados. 

Nos contó que después de comprar las cosas en la veterinaria, un muchacho se le acercó.

— Doctor, ¿usted no me recuerda? Yo trabajaba con usted en el hospital… le ayudaba… Doctor, tengo cuatro meses sin trabajo y no tengo casi para comer… 

Carlos lo reconoció e inmediatamente le ayudó económicamente (efectivamente lo recordaba como un muchacho responsable). 

Al preguntarle por sus datos para contactarlo si encontraba un trabajo, el joven le contestó:

— «ME LLAMO SEBASTIÁN».

Creo que no existen las coincidencias, sino la mano de Dios que nos deja enseñanzas de vida y oportunidades para ser instrumentos de bien.

Aquí está nuestro Sebastián… a la espera de que crezca su colita.

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Dibujo: Freepik
Autora: Marlen Fallas
Noticias Mi Ciudad

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