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Mi primera existencia fue desnuda

Vine sin ropaje a éste mundo y coexistí junto al pequeño mar de un vientre que me dio a luz.

Así, descobija, entré al útero del cosmos y siendo niña mi desnudez no inspiraba más que admiración, devoción y ternura.

A medida que crecí me fui vistiendo, al igual que usted de las ropas del miedo, un miedo derivado de mi naturaleza e irónicamente volcado hacia ella misma.

Fotografía: Stockvault

Un día de tantos se ve a usted mismo desnudo o en el espejo de alguien más en una especie de introspección inevitable y se da cuenta de que su verdadera condición está recubierta de los absurdos abrigos de los prejuicios, las creencias y el ego. Se le ha prohibido andar desnudo por las calles.

Usted acude al arte, a la espiritualidad o a la naturaleza y crea conciencia de esa conexión perdida. Cuánto más la vive más cercano habita en la pureza de la simplicidad, y como un árbol de canela quiere deshacerse de los falsos abrigos mentales, regenerando y eliminando sus pieles y coberturas.

Llegará un día en que ya no necesite protegerse, porque estará seguro en sí mismo. Ahora que tomo razón de ese origen en mí, quiero volver a desnudarme y mostrarle al mundo que jamás he dejado de ser libre. 

Quiero volver al diminuto mar del vientre, donde fui yo más que nunca. Quiero rodearme de ustedes que me animan continuos a despojarme de mis pieles protectoras. Qué encantadora sensación entender que vamos carentes de ropas en cuerpo y espíritu hacia el océano de la vida.

Acompáñeme pues.
Desnúdese.

Autora: Nathalie Salguero
Fotografía: Stockvault
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