Tallin, capital de Estonia… Hay mucho por decir, pero las palabras que realmente importan son las que se EXPERIMENTAN en carne propia para que otros también lo puedan EXPERIMENTAR al leer.
Los viajes son particulares y siempre habrá un énfasis distinto cuando ojees las historias de cada «storyteller»… Cuando encuentres también algunos puntos en común…
Para nosotros fue entrar en un cuento… Entrar a disfrutar de detalles que cambiaban todo el panorama y retaban al corazón… Fue disfrutar de todos los rincones y energías humanas que sonreían cuando miraban al sol colorear el pueblo.
La lluvia local que inició al bajarnos del crucero se detuvo solita… sin presión… dirigiéndonos hasta lo medieval. Esto siempre tiene algo que atrapa. Hace pensar en las posibilidades de una dulzura surrealista en medio de lo que llaman realidad…
Y como siempre hay elementos que tocan el corazón, (aparte de esa pintoresca arquitectura) los momentos de un rico café con personas que uno ama, fue invaluable… ¿Y qué decir de los sombreritos de colores elaborados por los mismos habitantes? Sin duda fue sentir una representación muy clara de nuestra persona…
Hubo otro espacio mágico protagonizado por LA ALMENDRA… ¿Nutrientes, antioxidantes, control del azúcar en la sangre, disminución del colesterol?… Nada de esto pasó por nuestra mente… ¡Solo queríamos vivir! ¡Solo queríamos disfrutar de todo!
Pasamos por el puestito. Era un carrito muy conocido en la zona. Era como imaginarse una escena de una película… Haber probado esas ricas almendras, calientitas y con sabor a canela… ¡Eso sí que TENÍA precio! No nos podíamos retirar sin comprar una bolsita para imaginarnos en Tallin al regreso del viaje.
Estos momentos se componen de pequeñas vibraciones en el ambiente que van tejiendo esos grandes ratos. Tallin es esa ciudad medieval de los siglos XIV-XVIII, declarada Patrimonio de la Humanidad… Ella sigue cautivando a cada visitante que cree en la belleza de las historias, del amor, del arte… De eso mismo: HUMANIDAD…
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